jueves, 26 de julio de 2012

Un grano de luz


Cada noche, al irme a dormir, se hace visible: un dedalillo de plata cabrilleando entre las frágiles hojas del nogal que se alza a unos pasos del lugar donde yo duermo.

Es, sin duda, una estrella sublime, paradójica. Su ternura late a lo lejos mansamente y, sin embargo, parece que está cerca, sentada en la dulce joroba del silencio que inunda la decrepitud de las encinas. 

Casi siempre aparece cuando las chicharras lloran tendidas en la simetría añil del campo. La brisa, a esa hora, lame el espíritu amarillo de la avena silvestre que escolta la casa donde vivo alargando su aliento hasta mi humilde dormitorio.

El murmullo del viento penetra despacio en el recinto y en las sábanas de la cama cae un murmullo de grillos jugando a la piola con los astros.
De vez en cuando, brota el alarido fantasmal de un alcaraván rajando el aire y es como si crujiera el universo quebrando la inmovilidad de la dehesa, la perplejidad celeste de la noche zurcida por alfileres de hojalata.

En un breve segundo, el espacio muerto adquiere brillo y, de inmediato, parece desangrarse con la cuchillada lenta de un avión que atraviesa el cansancio de la madrugada.
Entre tanto, ella sigue escondida en el nogal, ajena al dolor del mundo y sus miserias.
A veces, se asoma y su guiño llega a mí con una jovialidad que me relaja, bendiciendo la soledad, la lentitud de la noche dormida en el insomnio de mi sangre.

2 comentarios:

luis alonso dijo...

Dan ganas de ponerse en pie y aplaudir en silencio a esa estrella sublime y paradójica,y no perder de vista ni un instante el discurrir de esa cuchillada lenta que un avión le asesta a la madrugada.
Sigo leyéndote, Alejandro, aunque secretamente, en la penumbra.

Alejandro López Andrada dijo...


Nuevamente, gracias Luis Alonso por este comentario tuyo, tan grato y emocionado, que leo tardíamente. Es hermoso, e impagable, tener lectores de tu altura ética y estética. Así es mucho fácil seguir escribiendo y abandonar (ojalá para siempre) ese desánimo voraz y terrible que, a veces, me asiste cuando me enfrento a la hoja, o página virtual, en blanco. Abrazos, junto a la inmensa gratitud, de tu amigo,