viernes, 3 de agosto de 2012

Paco Andrada, in memoriam


Te hemos dejado dentro de la luz,
porque la tierra
es luz cuando se llora,
y ésta que te ha cubierto es una lágrima
en la que hemos cabido
al mismo tiempo
todos los que habitábamos tu vida
y con tu muerte hemos sido trigo roto,
las nubes silenciosas que tú amabas
cuando era de oro triste el horizonte y la tierra  amarilla tenía sed.   
No lloverá más dentro de tus ojos,
pero en los míos
crece una maraña
de ortigas maceradas con vinagre
y una ola lenta,
lentísima, de frío
que agosta las cebadas del recuerdo y el aura
de la casa en la que hablabas
como si hubiese arcilla entre tus labios
y modelases álamos de amor que a todos nos cubrían
con su sombra
o caballos románticos que el viento de tu alegría invitaba a galopar.
Pero te has ido y ha enmudecido
el agua
que hablaba cuando tu alma se hacía líquida
y en ella navegaban tus recuerdos, fragmentos de tu vida
que hacías nuestra
dibujando una casa, un campo abierto y un luminoso ejército de encinas
que en los Claveles o las Morras tú guiabas
con tu sonrisa eterna y tus pisadas que destellaban en el atardecer.
Abandonado ha quedado tu sombrero
y tu elegancia blanca se ha llenado de pésames y abrazos conmovidos
de un pueblo que admiraba tu entusiasmo,
tu venerable optimismo, tu alegría, esa campechanía siempre azul
que aquí, en la Tierra, te identificó.
Pero te has ido, te ha deshecho el aire y abandonado
queda tu sombrero
en una soledad que nos protege
y nos vigila desde un más allá
oculto en la quietud de los maizales y las colmenas del anochecer.
Te hemos dejado dentro de la luz,
porque la tierra
es luz cuando se llora,
y aquí, ahora mismo, está llorándote mi infancia,
la edad de la inocencia que me diste. Tu venerable optimismo y tu alegría
siguen conmigo, no me han abandonado,
por eso te recordaré sonriendo, con la mirada bordeada por los árboles
y el rojo de un crepúsculo sagrado
que, a veces, dibujaba en tus pupilas el círculo pequeño de una lágrima
que en ti era alegre, sobria, luminosa
como la paz que tú nos regalaste
y aquí, esta noche alta de verano, es el silencio que abre la honda flecha
de tu alma que alcanzó la eternidad.

4 comentarios:

Vicente M. Molina dijo...

Descanse en paz un Villaduqueño de pro

Miguel Barbero dijo...

Nos ha dejado un buen hombre. Preocupado de su tiempo por todo lo que sucedía en el mundo y, especialmente, en su pueblo del que conocía mucha historia. Hombre afable, muy afable. Excelente conversador y pozo de sabiduría.
¡Descanse en paz!

luis alonso dijo...

No sé quién fue Paco Andrada,supongo que alguien de tu familia, muy próximo a ti, Alejandro, pero algo he sabido acerca de él a medida que iba leyendo y releyendo esta elegía. En ella se confirma que existen unas cuantas cosas por las que merece la pena vivir, haber vivido; una de ellas es merecer que alguien escriba sobre uno un poema como este. Sólo una pequeña objeción: no, no creo que "abandonado" haya "quedado su sombrero", y, aunque así fuera, esta elegía es más que un indicio de que alguien se ha hecho cargo ya de ese abandono, de ese sombrero. Un abrazo,amigo.

Alejandro López Andrada dijo...


Aunque algo tarde, me pongo a responder estos tres comentarios a mi entrada en el blog dedicado a mi tío Paco Andrada, en paz descanse. Y, en primer lugar, antes de nada, quiero agradecer vuestras emocionadas y sinceras palabras, amigos Vicente, Miguel y Luis Alonso.
En tu caso, Miguel, lo conociste bien y lo trataste ampliamente, pues conversaste con él en muchísimas ocasiones, por eso puedes definir muy bien cómo era su carácter. Por otro lado, me han emocionado y conmovido las palabras tuyas, Luis Alonso, cuando haces referencia a ese sombrero (tan característico en la indumentaria de mi tío) que, como bien dices, no ha quedado abandonado, sino que, al contrario, sigue presente y vivo como un objeto intemporal en la mejor estancia de mi corazón que, a través de estos versos, lo ha dibujado en la luz de una elegía que, al mismo tiempo, me oprime, me consuela y me duele. Abrazos.