domingo, 2 de diciembre de 2012

Otra despedida


Podía ser un poema triste, y no lo es, o una de esas canciones de aire melancólico que, a veces, se quedan grabadas en nuestro pecho como mariposas de alas ateridas cuando alguien se va y nos deja el alma clausurada. Nada de eso es, sin embargo, la experiencia que hace sólo un instante he vivido esta mañana encofrada en el halo de un otoño casi dulce que dejó hace unos días los caminos embarrados y la hierba dormida en un bol de caramelo.

El amor, la ternura y una límpida inocencia que, en realidad, no sé de dónde viene, han taponado la melancolía que el pequeño suceso escondía en su raíz. Todo ha pasado deprisa; en dos segundos, pero me ha parecido un sensación eterna. Ha sido una imagen sencilla, azul, magnética como el cielo que tiñe, ahora mismo, los tejados con la nitidez de un bálsamo celeste que cubre de soledad las tejas ocres y se queda en la luz del aire aleteando.

Ese puede ser el paisaje de la estampa que en mis ojos, ahora, tiembla con su resplandor de ónice. Y es que mi hija se ha ido hace un momento y mi corazón ágil ha intentado perseguirla abandonando mi cuerpo fragmentado. Pero mi corazón no tiene alas. No he salido a la calle, no obstante, para ver cómo se alejaba un trozo de mi espíritu. Me encontraba recién levantado de la cama, con la bata puesta y una barba de hace días.  Por eso he mirado la marcha de mi hija, con los ojos llorosos, a través de los visillos. Se ha subido en su coche con una tierna languidez de gacela triste arrobada entre las sombras y en su mirada húmeda, tan frágil,  he percibido el fulgor de un lago tierno. Su madre ha besado la ausencia que nos deja y en mis ojos se ha muerto un pedazo de esa luz que, ahora mismo, se hace aluminio en las paredes despidiendo a Rocío con pañuelos de cal húmeda, mientras yo despliego un instante los visillos y se clava en mi pecho el resplandor de una mañana azul, fraternal, gobernada por la ausencia que deja una niña en mi corazón de nieve.

1 comentario:

ram dijo...

0LE,OLE Y OLE!!!!