viernes, 4 de enero de 2013

Vacas


La voz de una niña arrastra en su dulzura el desencanto y el miedo de una tierra. La desilusión es la carne de los pobres; el desaliento es la luz de los vencidos. El futuro es ahora, para aquellos que más sufren, un camino minado por las sombras del olvido y los zarzales profundos del silencio. Los vaqueros han entrado en un camino penumbroso que todos debemos cubrir e iluminar apoyándoles con un ánimo indestructible. Aunque no sea, en principio, fácil la tarea.

Ni siquiera sirve la voz para cortar el miedo y el abandono que los cercan.  Pero esta mañana, al mediodía, había en las voces, en los ojos, en los corazones de la gente que habita mi tierra una rebeldía celeste que no podrán derrotar ni echar abajo los que siempre prometen y, al final, nunca dan nada. La soberbia es inversa al sufrimiento del humilde. El poder pocas veces está al servicio de los pobres, de los hombres que sufren, de las familias que sostienen la dureza del día con el pan del desamparo que los ricos de turno ofrecen en mínimas migajas.

Es preciso, a veces, cortar las carreteras y pintar las pancartas con la fe de quienes claman una vida mejor, más justa, menos muerta. Los Pedroches fue siempre una comarca abandonada, perdida en la niebla de un eterno amanecer que, al final,  nunca deja ver el cielo. Un perpetuo crepúsculo es el signo de los pueblos de esta comarca noble y castigada. Sin embargo, no cabe la resignación, ni el musgo de la derrota ha de crecer en el corazón sensible de la gente que puebla esta tierra hermosa y noble como pocas.

Hoy, hace sólo unas horas, al mediodía, percibí en la voz de una niña el resplandor que debe guiar la mirada de las gentes que habitan el corazón de los Pedroches. Detrás de ella, la luz del sol brujuleaba entre las copas sin fe de las acacias. Y en las ramas de éstas dormía el cetro de un futuro al que daba sentido la silueta de una vaca flotando en un resplandor casi celeste. !Uno se sentía, entre tanto, tan pequeño, tan frágil e inútil ante el clamor de la inocencia de la niña que hablaba defendiendo la esperanza en la que deben alzarse nuestras vidas...!

En el aire no había ni un gramo de alegría. Junto a mí percibí la angustia y la zozobra, la impotencia y el miedo que sufren los hombres de mi tierra que, desde hace años, luchan con las vacas. Ahora ato la rabia y la rebeldía de mi voz -esta voz tan mínima e inútil, aunque sincera- a la amargura, al dolor de los vaqueros, aunque entiendo muy bien que les servirá de poco. Aun así, me pongo al lado de su causa, y camino a su lado, con firmeza, desbrozando con mis palabras la desolación y el miedo.

4 comentarios:

Anónimo dijo...

Ni tu voz es tan mínima ni mucho menos inútil, Alejandro. Tú, desde tu blog, desde tus artículos o tus libros, siempre defendiste y defiendes tu tierra, y lo haces con pasión, y con justicia. Eso no lo pueden decir todos. Tus palabras sirven de ejemplo a quienes sin estar en nuestra tierra, intentamos tenerla presente en nuestro quehacer diario. ¡Sigue desbrozando los sentimientos que pueblan nuestro valle y siembra el ánimo entre sus gentes como sólo tú sabes hacerlo!.

Alejandro López Andrada dijo...


Querido anónimo, o anónima, aunque no te conozco ni tengo idea de quien eres, quiero agradecer tus palabras tan hermosas y cálidas. No sabes lo que supone para mí encontrar personas que apoyan lo que escribo. Con comentarios así uno deja de ser un náufrago perdido en un brumoso mar de tinta virtual, porque, sin esperarlo, halla la visión nítida de un acogedor horizonte solidario para salvarse de una realidad social oscura. Abrazos.

ana dijo...

No soy anónimo. Soy Isaías. El problema es que soy novato en las nuevas tecnologías y no sé cómo hacer que salga mi nombre.
Hace poco te descubrí en Facebook, y tu blog, aunque hace años que leo tus libros, que ahondan en los sentimientos que yo siento por esa nuestra tierra, pues soy mojino. Ahora espero poder deleitarme de nuevo con "La esquina del mundo" que está al llegar.
Desde Granada, un abrazo.
Isaías.

Alejandro López Andrada dijo...


Te agradezco doblemente el comentario, amigo Isaías, ahora que ya me has dado tu nombre. Yo tampoco soy un experto en estas tecnologías, pero lo que dices de mí, de mi escritura, es muy hermoso y, además, al saber quien eres aún me gusta más. Tu detalle demuestra una enorme honradez, mucha ternura y una entrañable naturalidad. Te envío, por todo ello, un hondo y sincero abrazo junto a mi gratitud.