viernes, 24 de febrero de 2012

Los sombreros de Nila

Llega con su sombrero de alegría o su gorra de luz, en su equilibrio de elegancia, para animar las mañanas laborables con su naturalidad tierna y poética. Le gusta hablar de cultura, de cine y libros. Posee una sencillez nunca impostada, sino abierta y amable, dulce y generosa como el tic tac del silencio que te envuelve cuando todos se van después de un cumpleaños y la fiesta se agrieta en la tarde de un domingo, dejando migajas de sueño en los pasteles y en los restos de tarta que alguien no ha tomado. Nila tiene el dulzor de los días infantiles. Ella es una inyección de ánimo para todos. Nunca la he visto triste; muy al contrario, siempre tiene en sus ojos un aleteo de avocetas o un columpio azul movido por el viento. Sus palabras son blancas, limpias, transparentes, solidarias con el desánimo del amigo. Es de esas personas que acompañan sin saberlo, sin pretenderlo siquiera. Es como un hada. A veces, llega al lugar donde trabajo y su voz diluye la niebla en que me encuentro de una manera instantánea, compasiva.


Cuando uno está triste (y esto ocurre con frecuencia) ella toma un asiento e hila frases con azúcar para exprimir la penumbra y encenderla consiguiendo así que la luz nunca se extinga. Hace no muchos días, cuando hacía tanto frío, Nila llegaba al trabajo saludando a unos y a otros, derramando su ternura, como si regresara de un rápido viaje a un lejano país donde el sol nunca se extingue. La oía avanzar por el pasillo hacia el despacho en el que ella trabaja y la luz taconeaba, fundida en sus pasos, como una coqueta bailarina. Luego, un instante, pasaba frente a mí, daba los buenos días, sonreía, y el aire, de pronto, empezaba a transfomarse e iba adquiriendo la forma de un sombrero, la prenda que la identifica y la distingue, con la que Nila vence, en el invierno, la brutal negatividad que arrastra el frío. No en balde, ella es la metáfora de junio, la imagen feliz de los veranos de la infancia, donde aún late ese azul que nunca se destruye.

2 comentarios:

Nila dijo...

El regalo más hermoso en mucho tiempo es el que tú me has hecho y acabo de recibir leyendo tu blog. No sé si soy merecedora de tan bellas palabras, pero si, a pesar de mis días grises, apagados, y llenos incluso de rabia contenida, puedo aún despertar sonrisas en mucha gente...pues ya me doy por "bien pagá.." (y no a la manera de esa histórica coplilla popular :-) ) Sin embargo, tengo que , reconocer, que han surtido en mí, en estos momentos un efecto balsámico, recordándome, que pese a todo y a todos....NUNCA perdamos la SONRISA, porque es lo que al fin y al cabo...en estos tiempos, todo el mundo más desea y necesita. GRACIAS por tu sensibilidad y aprecio.

Alejandro López Andrada dijo...

Gracias a ti, amiga Nila, por ser como eres. Sólo puedo decirte que es un lujo tenerte como compañera de trabajo. Es una verdadera suerte poder recibir, día tras día, en estos tiempos tan grises y aciagos, esa inyección tan grande de ánimo que a todos nos das. Sigue siendo siempre así y no cambies nunca. Un abrazo sincero con toda mi gratitud.