martes, 31 de enero de 2012

El candado

Cuando noto que el mundo se va fragmentando en torno a mí y la pobreza es el único paisaje en el que tiendo mis ojos, ato a mi voz un candado oxidado lleno de preguntas. Me cierro en mí mismo y me digo ¿cómo andar? ¿cómo seguir caminando sin caerme? No es posible, nunca lo ha sido, ser feliz cuando los demás son desposeídos de lo poco que tienen: un rincón donde esconder y rumiar su pobreza mientras todo se desangra. El mundo está en manos de un puñado de mangantes: la baba del capitalismo ha ido asfixiando con su olor pestilente la inocencia de los frágiles. A veces, cuando echo la vista al exterior percibo el dolor de la gente que se cae y, en su caída, mi corazón se agrieta fragmentándose en mil añicos como un cántaro. Nunca pensé que pudiera ocurrir esto: la vida es como una cerveza disipada puesta en los labios sin pulso de un borracho con la camisa llena de lamparones. Miro a mi alrededor: sólo hay desdicha, un desequilibrio galopante y terco. Los ricos, más ricos; los pobres, aún son más pobres. ¿Para qué sirven hoy, por tanto, las palabras? ¿Que valor tiene hoy el resplandor de la decencia? Cuervos, grajos, urracas, lechuzos, buitres negros devoran los ojos sin brillo de los débiles, el corazón de los desamparados. Las palabras, los gestos no sirven, ni el amor, ni siquiera el amor puede borrar mínimamente el agujero inmenso, sideral, que el fascismo económico, el atroz capitalismo ha abierto en la herida de nuestros pensamientos. La desolación burbujea en nuestras almas. Da asco vivir entre tanta podredumbre. Es mejor callar, hundir la lengua en el silencio que habita la paz sin fe de los mendigos. Por ello, pondré un candado aquí, en mi voz, sellaré mi inocencia y esconderé mis ojos en el panal de la melancolía. Cerraré con candado el hilo de mis lágrimas, dejaré que el mundo me miré y, sin embargo, yo no veré otra cosa que el vacío. La pobreza está cerca. A mí también me tocará. Perderé mi trabajo y seré, a partir de entonces, otro candado oxidado puesto al sol, cerrando una puerta tras la que malvive el sueño, la desesperanza azul de los vencidos.

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