lunes, 16 de abril de 2012

Abuelo Alejandro

Nadie mandó nunca en ti. Eras un ácrata. Vivir y dejar vivir era tu lema. En tus ojos azules cabía tanta dignidad, tanta sencillez, que, al mirarte en mi niñez, tu humanidad feliz me deslumbraba. Me acuerdo de ti, a diario, muchas veces. Cada día soy más como tú, lánguido abuelo. Soy un solitario libre. Tú lo eras. Cuando alguien me nombra siento, un instante, en mi interior la emoción circular de tus brazos sosteniéndome como lo hacías en los días de mi infancia. Hoy que todo es más triste, me aferro a tu memoria, al sonido de tus pisadas recorriendo la luminosa inocencia del ejido por el que me llevabas cogido de la mano.

Hay una flor de nieve en mi interior que tu ausencia recoge y pone al socaire del invierno para que un golpe de luz la vivifique. Mi dolor es así, como esa lenta flor de nieve que tu recuerdo saca al exterior. Hoy me agarro un instante a tu hermosa libertad, aquella que predicabas con tu ejemplo. Hoy sólo quiero vivir tranquilamente, y que me dejen hacerlo, y que me olviden, en esta jodida y triste sociedad que sí tú conocieses, como yo, despreciarías.

Ya corto, no quiero cansarte. Sólamente quería decirte dos cosas, que te añoro y que sigo los pasos de tu clara sencillez. Azulado Francisco de Asís, siervo del viento, libélula aposentada sobre el musgo. Agarro tu flor de nieve, ya hecha luz, y a tu lado respiro, en tu ausencia sideral. Y, de pronto, el dolor se me va como una liebre. Tu recuerdo en la tarde es como un pájaro de anís. Ácrata de los álamos y el granito. Me encierro en tus ojos azules, tan humanos, y, al hacerlo, vuelvo a sentir que aún sigues vivo.

4 comentarios:

Miguel Barbero dijo...

Amigo Alejandro:
Te conocía nostálgico pero leo palabras de amargura en tu blog. ¿Es así o una impresión mía? Sea como sea, no debemos caer en la desesperación; recuerda que hemos de ser sal en el mundo. Recibe un fuerte abrazo.

m.c. dijo...

Me has emocionado, Alejandro, como siempre.... ojalá yo llegue algún día también a seguir los pasos de la clara sencillez de mis abuelos.

Te mando un afectuoso saludo desde mi corazón de Los Blázquez, aunque ahora vivo en "esta jodida y triste sociedad" de Madrid.

Anónimo dijo...

Amigo Miguel, no hay ninguna amargura en mis palabras, sino más bien rabia y decepción. No me gusta nada esta sociedad capitalista, sucia y ruin en la que me ha tocado vivir estos últimos años. Es una sociedad abominable que premia a los ricos y castiga a los pobres, a los desheredados.
En cuanto a M.C, quiero agradecer profundamente tus palabras sencillas y emocionantes. Sí, mi abuelo Alejandro fue un hombre sencillo, humilde y trabajador, un pobre picapedrero que dejó una llama de luz imborrable en mi corazón. Ojalá me pareciera sólo un poco a él. También te agradezco ese afectuoso saludo tan generoso y solidario, y me alegra saber que compartes mis palabras referidas a "esta jodida y triste sociedad" que a mí, personalmente, me destruye y me hunde en la desolación. Aun así, todavía me quedan fuerzas, en estos momentos difíciles, para enviar un abrazo a quienes se sienten cerca de mí.

Susi Doctor dijo...

Preciosa y poética dedicatoria que te honra Alejandro, "la influencia y la sabiduría de nuestros mayores". La emoción y la nostalgia me han invadido por un momento y el recuerdo de mi abuela Manuela se ha hecho presente con toda su fuerza. Hay personas y situaciones que no se olvidan en la vida, sobre todo, aquellas que te hicieron sentir, latir y crecer. Se llevan en el corazón por los restos y su recuerdo te hace inmensamente feliz por haber tenido la dicha de compartir parte de su vida.
Ha sido para mi una grata sorpresa descubrir tu Blog. Excelente idea para acercarnos a tu obra. Gracias...