jueves, 26 de abril de 2012

Grillos


           Persistentes, lentas carcomas del silencio, ahora mismo muerden la noche con su música. Rodean mi corazón y entran en él como antiguos contrabandistas de otro tiempo en el que mi niñez era su guarida. Estos días de atrás, cuando en el encinar aullaba el viento como un perro rabioso, permanecieron mudos. Sin embargo, esta noche han vuelto de nuevo a inaugurar su concierto de vidrio. Les oígo penetrar con su berbiquí lánguido en la paz de la dehesa.

Ato a su canto, un instante, mi emoción, la felicidad de saber que juntos a ellos, atando mi vida un segundo a su canción, sentiré que el mundo gira en armonía bajo el violín sagrado de sus élitros. Pero veo que están solos, lo mismo que mis lágrimas. Paso a su lado y mi vida siente el tibio resplandor que su soledad deja en el aire.

2 comentarios:

Bernardino dijo...

Es un deleite leer lo que escribes.Tienes una facilidad mental increible para transformar la observación de unos grillos en un relato poético.Muy agradable de leer.

Alejandro López Andrada dijo...

Eres una de las personas que mejor conocen mi interior, pues, como he dicho y he escrito en muchos sitios, nuestras almas son casi gemelas. Llevas el pueblo dibujado en tu corazón y lo mantienes dentro de ti con la misma misma pureza e inocencia transparente de cuando éramos niños. Nadie de mi familia paterna o materna me entiende como tú. Nadie sabe captar las vibraciones de mi espíritu con la nitidez que tú lo haces. Por eso te aprecio tanto, Bernardino. Es un lujo tenerte y sentirte siempre tan cerca. Abrazos.