sábado, 23 de junio de 2012
Valle de Alcudia
La luz del horizonte es una flor que se abre hacia el amor de las montañas.
Sombras de plomo luchan contra el sol
en un combate lento, vespertino.
¿Bajo qué árbol crujen las chicharras si el campo está tan solo
y tan desnudo
como el silencio que rodea mis ojos
y enciende la llanura? En lentos círculos
se elevan dos docenas de cigüeñas
y el cielo es una cárcava de lirios dejando sobre el llano un resplandor
que hace más tierno el paso de las vacas
rumiando el peso azul de la pobreza, la legendaria voz de los pastores
que ayer sonaba dentro de esta luz
que entra en mi pecho y sale, y viene y va, llegando y alejándose de mí
como la llaga eterna de un camino
que cruza el campo de la serenidad y se adormece aquí, en mi corazón,
mientras la tarde va subiéndose a mi espalda
dejando atrás el alma de una tierra
segada por las hoces del silencio, cercada por las piedras del olvido.
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