domingo, 27 de noviembre de 2011

Despedidas

Mi tristeza suele anticiparse a los viajes de cualquier ser querido. Me ha ocurrido desde siempre, pero últimamente me pasa más que nunca. Antes, cuando celebraba alguna fiesta a la que asistía toda la familia, me encontraba triste pues sabía que, más tarde, al llegar el momento de las despedidas, mi breve alegría se iba a derrumbar y el frío iba a acomodarse en mi interior cuando cada cual viajara a su destino y una parte de mi corazón quedase a oscuras. Tenía miedo a que llegaran las vacaciones, pues el tiempo, enseguida, empezaba a acelerarse y los días pasaban delante de mis ojos como halcones veloces tras un pájaro invisible. Temía la llegada de las fiestas navideñas (los días más bellos y hermosos de mi vida), porque quedaba atrás la Nochebuena y, al instante, estaba viviendo el Año Nuevo y, luego, el Día de los Reyes se alejaba con el paso ligero y feliz de un vagabundo que, la noche de antes, ha cenado en un palacio y lleva monedas de oro en un bolsillo.
Así me viene ocurriendo, año tras año, y mi alma va envejeciendo en esta lucha. Antes despedía a mi hermana, o a mi hermano. O era yo quién me iba y me alejaba de mis padres cuando estaba cursando en Córdoba mis estudios. Ahora pienso continuamente en mis dos hijas y espero, con ansias, la fecha señalada en que alguna de ellas me haga una visita. Luego llegan, me abrazan y habitan mi ilusión, pero las horas se mueven como galgos y el tiempo se escurre ligero, casi líquido, con la velocidad de una burbuja que el sol deshace en la paz de una piscina. La última semana mi hija mayor me ha acompañado; pero su visita me ha parecido corta. Ayer por la tarde, antes del anochecer, ya me invadió la tristeza anticipada que llega y me habita, sin poderlo remediar, antes de que un ser querido haga un viaje y me haga sentir esa especie de orfandad, esa nostalgia redonda, pegajosa, que recorre mi pecho con el paso de un batracio impregnándolo todo de una ausencia casi líquida. Por eso, antes de que subiera mi hija al coche, la tristeza llevaba unas horas en mi interior, empañando de niebla los cristales de mi alma, y, aún así, le lancé una sonrisa, un gesto alegre para agradecer la ternura que me da, la sutil claridad que me entrega a cada instante, cada uno de esos momentos en que me abraza despertando en mí una alegría paternal que no tiene medida ni límite y, ahora, cuando ella no está, alimenta mi ilusión y me hace olvidar la tristeza anticipada que vendrá junto a ella, en su próxima visita.

4 comentarios:

Miguel Barbero dijo...

¡Qué distintos somos los seres humanos! Porque, aunque somos muy parecidos en casi todo, sentimos de diferentes formas las situaciones mas comunes a todos los mortales.
Únicamente como padre, me atrevo a comentar tu percepción sobre la separación de un ser querido. Y creo que la clave está en tu último párrafo. Aférrate a esa ilusión de la próxima visita y procura ser un poco mas optimista cuando la tengas junto a ti.
A mi me ocurre todo lo contrario, vivo con la nostalgia de no tener cerca a los míos y me siento intranquilo por la separación y por el tiempo que transcurre sin poder abrazarlos. Pero cuando los tengo junto a mi, disfruto con toda la potencia posible del amor que mis hijos me inspiran sin pensar en el momento de la separación.
Amigo Alejandro, es cierto que hay cosas que no pueden remediarse porque "ca uno es ca uno", mas tu y yo sabemos que debemos ser felices aunque las situaciones nos parezcan las mas tristes.

...Granados dijo...

¡qué pasada Alejandro! Me emocionas con una claridad de vértigo, espero ansiosa cada día una nueva entrada en tu blog. Esta me ha gustado especialmente, pues experimento esa "tristeza anticipada" de la que hablas en cada viaje.
Ahora me encuentro lejos, en Sicilia con una beca Erasmus. Y no sabes lo feliz que me hace reeler tus palabras con las que me siento un poco más cerca de nuestra tierra. GRACIAS. Bibiana Granados

Alejandro López Andrada dijo...

Muchas gracias, amigos Miguel y Bibiana, por ayudar con vuestros comentarios y vuestrias opiniones a la confección de este blog que, día tras día, intento llevar adelante. Estoy de acuerdo contigo, Miguel, en que cada persona tiene un modo de entender la vida y, en este sentido, puede ser que tu vivas la relación con los seres queridos de manera distinta a como yo lo hago. De todos modos, yo también me lo paso extraordinariamente bien con mi familia, lo que ocurre es que recibo de mis seres queridos tanta felicidad que temo, antes de que ocurra, que se alejen de mí después de haber estado unos días juntos, pues sufro mucho su ausencia temporal. Quizá esto se deba a mi carácter melancólico o a la percepción enfermiza que tengo del paso del tiempo. No lo sé. En cuanto a ti Bibiana, me alegra mucho saber que estás disfrutando de tu beca Erasmus en Sicilia. Sólo te deseo todo lo mejor durante tu estancia en tan hermoso lugar y te animo a que vivas intensamente esta experiencia y luches por tus ideales, por tus sueños, por tus estudios; pues vales mucho y seguro que lo que quieres lo conseguirás. Ah, y te agradezco hondamente el interés que muestras por mi blog. Abrazos sinceros para ti y para Miguel.

Pedro Forminguez dijo...

Poema Dolor Tremendo de Oswaldo Escobar Velado

Pienso en los niños pobres de mi tierra…
En Colorado Springs no hay gente mala.
Cómo quieren al perro y a su perra,
¡son los mejores muebles de la sala!

Aquí perros con suéter y bufandas,
con la alegria azul sobre los ojos.
Allá en mi tierra bajo jacarandas
niños pores sacándose los piojos…

Aquí toman los perros el desayuno
con leche, tostaditas, granizado.
¡Desconocen la pena del ayuno!

Qué tremendo, tremendo este dolor:
¡Vive mejor un perro en Colorado
que un niño pobre allá en El Salvador!