lunes, 4 de junio de 2012
Una escena feliz
La claridad aún sigue visitándome,
penetra en mi corazón por las rendijas de una ventana abierta a lo inasible.
Es un espacio que sólo cabe en mí.
Arriba, hay un techo de color verde-manzana.
Abajo, la tos profunda de mi padre y el mágico zigzagueo
de las moscas edificando un cielo hecho de humo.
A la izquierda, la báscula pesa el horizonte de las voces que inundan la tienda,
las mujeres embuten su olvido en medias de cristal.
A la derecha, el amor de los ovillos aún acaricia el silencio de la pana.
Frente a mí, late el sol en las piedras y en el musgo
que cubre la lentitud de las paredes, la virginal soledad de un corralón.
Fuera de mí, la vida, tan sencilla, es el singular crujido de los carros
que pasan rasgando el dolor de la mañana,
es mi madre que observa el milagro de los pájaros
mientras picotean los ojos del rocío, las primeras migajas de una eterna claridad.
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3 comentarios:
Bendito seas, Alejandro López Andrada, en esa 'eterna claridad'.
Una bendita y hermosa claridad que, a mi modo de ver, tú también habitas y cultivas. Esa claridad que los que tienen alma y sensibilidad de poeta -como es tu caso- pueden vislumbrar y, al mismo tiempo, habitar como un arco iris tras la tormenta del cotidiano y duro vivir en una realidad dura y agreste, ajena al paisaje emocionado y lírico del corazón. Abrazos.
Una bendita claridad que tú también conoces y habitas, amigo Luis Alonso, por tu sensibilidad y tu alma de poeta conectado, como un arco iris tras la tormenta del cotidiano vivir, al paisaje celeste y lírico del corazón, donde flota una paz de avena y regaliz. Abrazos.
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